I. EL VIENTO
Las banderas tibetanas de oración son unas telas de colores engarzadas a una soga o a un mástil que flamean constantemente al viento desde los tejados de casas, las cimas de los montes y explanadas de los templos. En esas telas los budistas depositan toda clase de sueños, promesas y preguntas en forma de plegarias, que el viento se encarga de expandir por el espacio hasta regiones ignotas donde habitan las fuerzas misteriosas que han sido invocadas. Paz, fortuna, salud, belleza, armonía son las constantes del corazón de los mortales. Después, el viento, cuando cambia de dirección, devuelve las plegarias, unas veces atendidas, otras desechadas, como respuestas del destino. Las banderas tibetanas de oración están ya penetrando en nuestra cultura. Comienzan a verse flamear en el aire contaminado de nuestras ciudades y, aunque el viento aquí no sea tan puro como el de las altas montañas del Tíbet, puede llevarse también nuestros sueños, plegarias y estas preguntas hasta el pie de nuestros dioses. ¿Cuándo aceptaremos que la máxima corrupción consiste en haber votado y en seguir votando, pese a todo, a los políticos corruptos? La respuesta la traerá el viento. ¿Cuándo aceptaremos que somos nosotros los que nos ahogamos en el mar frente a las costas de Europa junto con los inmigrantes desesperados? La respuesta la traerá el viento. ¿Cuándo aceptaremos que ningún armamento es inocente y somos nosotros los que bombardeamos hospitales, familias, niños en Alepo? La respuesta la traerá el viento. Las banderas de oración se llevan con el viento nuestros sueños de armonía y fortuna sobre la ponzoña de la corrupción, sobre la sangre de la guerra, sobre todos los náufragos que ya forman parte del paisaje de nuestra cultura. La respuesta, amigos, como canta Bob Dylan, está flotando en el viento, pero no por eso dejamos de ser culpables.
Manuel Vicent (El País, 09-10-2016)
ESQUEMA DE IDEAS:
1. Banderas tibetanas como símbolos de peticiones humanas.
1.1. Petición de valores humanos: paz, salud, belleza, armonía.
1.2. Respuesta del viento: peticiones aceptadas o desechadas.
2. Banderas tibetanas como preguntas sobre la responsabilidad de Occidente.
2.1. Responsabilidad sobre corrupción política: votamos políticos corruptos.
2.2.Responsabilidad sobre muertes de inmigrantes ahogados frente a las costas europeas.
2.3. Responsabilidad sobre guerra en Siria: industria armamentística europea.
3. Respuesta de las banderas tibetanas: Occidente es culpable.
Se trata de un texto argumentativo que se divide en tres partes: la primera (una descripción de la banderas tibetanas como símbolo de las peticiones de los seres humanos) es una parte que sirve como introducción del tema del texto; la segunda, (una argumentación basada en preguntas retóricas sobre la responsabilidad de la cultura europea en determinadas circunstancias trágicas) y la tercera parte, una conclusión final como respuesta a las preguntas anteriores.
El texto, pues, presenta al final la tesis que se defiende, la culpabilidad de los occidentales, y pasa de una argumentación de preguntas concretas a una respuesta general. Se trata, por tanto, de una estructura inductiva.
INTENCIÓN COMUNICATIVA:
Manuel Vicent en esta columna responsabiliza a la ciudadanía europea de la corrupción política, de la crisis internacional derivada de la migración y de las guerras. Para ello, el autor compara las banderas tibetanas con preguntas lanzadas al viento sobre la responsabilidad humana.
¡AHORA TÚ! Realiza las preguntas 1 y 2 del bloque de Comunicación con este texto:
EL BOSQUE
El terror suele constituir el elemento esencial en los clásicos cuentos infantiles. En esos relatos los niños siempre corren el peligro de perderse, de ser raptados, maltratados o devorados por algún ogro. En las noches de invierno, alrededor de la chimenea, nos contaban unas historias en las que el bosque era el espacio más fértil para la imaginación. Allí habitaban enanitos risueños, gnomos y elfos que eran criaturas de gran belleza, duendes inmortales, pero el bosque también estaba lleno de lobos disfrazados de torvos leñadores que querían comerse a Caperucita. Allí solía haber una gruta inaccesible donde una princesa encantada se hallaba bajo el poder del dragón, aunque al final siempre llegaba a rescatarla un príncipe a caballo. El bosque era una línea oscura entre el terror y la fantasía. En el lugar donde una doncella había sido violada brotaba un manantial. Ningún bosque medieval puede compararse a la intrincada selva de Internet. En ella está toda la magia de la inteligencia humana y también su más sucia perversión. El beso con que el príncipe despertaba a la Bella Durmiente ha derivado en el porno más duro. El bosque digital se ha convertido en un laberinto lúbrico, que rezuma sexo tórrido por todo el teclado. Caperucita ha decidido quedarse el sábado en casa y su abuelita está muy contenta porque la cree a salvo de los malos. La abuelita no sabe el peligro que corre su nieta adolescente en su cuarto si comienza a adentrarse en el bosque de Internet con la tableta. Puede que, de repente, a altas horas de la noche se vea con terror a sí misma posando de forma obscena en la pantalla. ¿Quién le robó esa foto? Bajo su imagen aparece un mensaje de amor que le manda un desconocido. Así comienza un lobo digital a comerse a Caperucita.
Manuel Vicent. El País
II. FRAGMENTO DE EL ÁRBOL DE LA CIENCIA
Don Pedro estaba
constantemente predispuesto contra aquel hijo, que él consideraba díscolo y
rebelde. Andrés no cedía en lo que estimaba derecho suyo, y se plantaba contra
su padre y su hermano mayor con una terquedad violenta y agresiva.
Margarita tenía que intervenir en
estas trifulcas, que casi siempre concluían marchándose Andrés a su cuarto o a
la calle.
Las discusiones comenzaban por la
cosa más insignificante; el desacuerdo entre padre e hijo no necesitaba un
motivo especial para manifestarse, era absoluto y completo; cualquier punto que
se tocara bastaba para hacer brotar la hostilidad, no se cambiaba entre ellos
una palabra amable.
Generalmente el motivo de las
discusiones era político; don Pedro se burlaba de los revolucionarios, a quien
dirigía todos sus desprecios e invectivas, y Andrés contestaba insultando a la
burguesía, a los curas y al ejército.
Don Pedro aseguraba que una
persona decente no podía ser más que conservador. En los partidos avanzados
tenía que haber necesariamente gentuza, según él.
Para don Pedro el hombre rico era
el hombre por excelencia; tendía a considerar la riqueza, no como una
casualidad, sino como una virtud; además suponía que con el dinero se podía
todo. Andrés recordaba el caso frecuente de muchachos imbéciles, hijos de familias
ricas, y demostraba que un hombre con un arca llena de oro y un par de millones
del Banco de Inglaterra en una isla desierta no podría hacer nada; pero su
padre no se dignaba atender estos argumentos.
Pío Baroja, El árbol
de la ciencia
ESQUEMA DE IDEAS:
1. Discusiones habituales entre Andrés y su padre:
1.1. Animadversión de don Pedro contra Andrés.
1.2. Enfrentamiento de Andrés.
1.3. Intervención de Margarita y retirada de Andrés.
2. Contenido de las discusiones:
2.1. Burla del padre hacia los revolucionarios frente a los insultos de Andrés a los y al ejército.
2. Defensa de don Pedro de la riqueza como un talento individual frente a la desvalorización que hace Andrés de los ricos.
Este fragmento de la novela El árbol de la ciencia presenta dos partes diferenciadas. Una inicial, en la que se anuncia el tema, la mala relación existente entre Andrés Hurtado y su padre, y otra parte en la que leemos en estilo indirecto el contenido habitual de estas discusiones.
La primera, puramente narrativa, nos relata el desarrollo habitual de las discusiones entre padre e hijo. La segunda, de mayor extensión, es un
diálogo en estilo indirecto en que se alternan las intervenciones, la de don Pedro en primer lugar y la respuesta de Andrés
a continuación. Si bien el diálogo ocupa la mayor
parte del fragmento, sin embargo, en general en el texto predomina el carácter narrativo
al contarse cómo trascurren las discusiones de dos personajes en el contexto de una historia más amplia.
INTENCIÓN COMUNICATIVA:
Pío Baroja, en este fragmento de la novela El árbol de la
ciencia narra el contenido de las habituales discusiones entre el
protagonista, Andrés Hurtado, y su padre. De este modo, va dando a conocer a los personajes, así como la causa de sus discusiones y de su mutua
animadversión, que no es otra que sus diferencias políticas.
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